sábado, 5 de mayo de 2018

León (Leo) Cuarto Grado de la Iniciación Mitraica

El 4º grado de la Iniciación mitraica es el único que, con el Cuervo, lleva el nombre de un animal, en este caso el León, Leo
Tiene como planeta tutelar a Júpiter, uno de cuyos símbolos más representativos, el haz de rayos, está entre la iconografía de este 4º grado, junto con el sistro y el atizador de fuego. Ya no es la energía guerrera de Marte la que invoca el miste, sino la de Júpiter, identificado entre los persas con Ahura-Mazda. 
Júpiter simboliza el espíritu magnánimo y constructivo. Es también el dios que se manifiesta por el trueno, ligado al rayo, a la luz. En Júpiter, el padre de los dioses, se “sublima” la energía guerrera de Marte. 
El “fuego” combativo del grado anterior, el Soldado, se ha hecho más sutil en el León. El ardor del guerrero se ha transmutado en un amor más intenso por el Conocimiento. El iniciado se predispone interiormente para hacerse merecedor de los misterios de Mitra.
El León ha de seguir su camino axial persistiendo en la “pura pureza”, que es una fórmula ritual que hace referencia a un “compromiso” aún mayor y más consciente con el dios del fuego y de la luz del Espíritu. Leemos en un texto mágico-teúrgico denominado La Liturgia Mitraica:
“Señor, tú que has cerrado con tu espíritu las ígneas cerraduras del cinturón de cuatro vueltas sinuosas [el cinturón zodiacal], tú que caminas con el fuego, creador de la luz, tú que respiras fuego, estímulo de fuego, Iao [un nombre de Dios], tú que iluminas el espíritu, que te alegras con el fuego, luz bellísima, cuyo cuerpo es luz, dador de luz, simiente de la luz: tú que te mueves en el fuego, poderoso por la luz, torbellino de fuego, que agitas la luz; tú que agitas el rayo, forma de la luz, que incrementas la luz; tú que mantienes la luz con el fuego, domador de las estrellas: revélame a mí, porque te invoca a causa de la apremiante, dura e inexorable necesidad, los nombres que nunca tienen cabida en naturaleza mortal ni son expresados de forma articulada por lengua humana ni por mortal sonido ni por voz mortal, los nombres gloriosos que viven eternamente…”.
 Cuando hayas pronunciado estas fórmulas, oirás el trueno y el fragor que te rodea. Y del mismo modo te notarás turbado a ti mismo. Tú repite nuevamente: ‘Silencio’; después, abre los ojos y verás las puertas, y verás las puertas abiertas y el mundo de los dioses [el Cielo Empíreo] que está al otro lado de las puertas, de manera que por el placer de la contemplación  y por el gozo, tu espíritu correrá concorde y se elevará. Así pues, ponte en pie y al momento atrae hacia ti el espíritu de la divinidad sin parpadear”.
Si en el grado anterior se bautiza con agua, en este se bautiza con fuego, elemento que define en gran parte la naturaleza del León. 

Se dice que durante los ritos del 4º había un momento en que los celebrantes exhalaban fuego por la boca, imitando así la acción creadora y purificadora de Júpiter, el Dios del rayo y del trueno, lo cual abunda en esta idea de fecundación por la palabra. Para la enseñanza mitraica esto es lo que significa el aliento fogoso de los iniciados Leones.

El “rugir” del león se asocia con la “rotundez de la transmisión de la doctrina”, en palabras de Federico González (Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos).

Se trata por tanto de un fuego sutil, que no quema exteriormente, y de un “rugir” que resuena como un trueno en nuestro interior, un trueno precedido por un “rayo” que “fecunda” y “despierta” a otras posibilidades superiores de uno mismo. El atizador, que constituye uno de los símbolos de este grado, es precisamente el instrumento que “aviva” el fuego, un fuego que sin duda alguna se constituye en un símbolo de ese otro fuego que trae en su esencia la luz espiritual que transforma la naturaleza humana, como el polen y el néctar (la esencia) de las flores se transforman en miel gracias a la labor de las abejas, nombre que recibían los iniciados a los misterios en diferentes tradiciones, y seguramente también entre los mitraicos. 

La miel, el “fuego líquido”, es obra del Sol, de Helios, y un “alimento de inmortalidad” (como el haoma persa-iranio), y desempeña también un papel destacado en el grado del León.


Escena de un bautismo de miel mitraico 

Es revelador comprobar como la miel también está asociada a Júpiter, el cual en su infancia fue protegido y alimentado por la miel de la ninfa Melita, o Melisa, que significa tanto miel como abeja. El “alimento de inmortalidad”, que es la propia encarnación de la doctrina revelada por los “misterios”, se identifica con quien lo “ingiere” y “asimila”. Porfirio menciona la importancia de la miel entre los “leónticos” mitraicos:
se vierte miel en lugar de agua en las manos de los iniciados para purificarse (…) se les ordena que mantengan las manos limpias de todo lo que pueda causar pena, daño o mancha, y al ser el fuego purificador, ofrecen lustraciones especiales, como corresponde a un iniciado (…) También le purifican con miel la lengua de todo pecado”. (El Antro de las Ninfas, 15).


El Leontocéfalo (el dios con cabeza de león y cuerpo de hombre), está naturalmente vinculado a este grado. Podría hablarse de un “culto” en el interior de dicho grado en torno a esta deidad y dirigido por un pater leonum, el equivalente al pater de toda la cofradía o logia mitraica, y del que hablaremos en un próximo video. A este respecto la rica iconografía, y epigrafía, del leontocéfalo nos instruye sobre la naturaleza de los misterios que se transmitían en este grado.

Por ejemplo, la imagen de esta entidad con el atizador de fuego, o bien con el cetro y las llaves que abren, o cierran, las puertas a los misterios sagrados. En ocasiones el Leontocéfalo aparece apoyando sus pies sobre un globo del universo, del cual parece emerger la serpiente que rodea su cuerpo en espiral, simbolizando el tiempo cíclico que muere y renace a perpetuidad. De ahí que esta figura también sea una representación de Arimanus, el Aión, el Tiempo indefinido.[1]
El Leontocéfalo es pues el símbolo de un poder cósmico “doble”, pues así como señala esa perpetuidad temporal a través de las espiras de la serpiente, es decir el “movimiento” del acto creacional (representado también por el movimiento sonoro y rítmico del sistro), igualmente, con sus llaves abre la puerta hacia la “liberación” de ese movimiento continuo y perpetuo. Las alas que el Leontocéfalo lleva en sus espaldas refuerzan esta idea: la posibilidad de “salir” y “escapar” de ese encadenamiento temporal y conocer así otros estados no condicionados del Ser Universal. "La Memoria de Calíope"
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Títulos de la serie completa de once vídeos sobre 
"Los Misterios de Mitra. Símbolos y Ritos de su Cosmogonía"
X  "Corredor del Sol", Sexto Grado de la Iniciación
XI "Padre", Séptimo Grado de la Iniciación


Nota: Toda esta serie de vídeos y textos constituye un desarrollo del acápite "Mitra", perteneciente a Introducción a la Ciencia Sagrada.Programa Agartha, de Federico González Frías y colaboradores. 




[1] Arimanus, que evidentemente deriva de Ahriman, está representado aquí por la serpiente cósmica que engendra los ciclos del tiempo, pues su final coincide de nuevo con su origen, que es lo que simboliza también la serpiente alquímica Ouroboros.

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