viernes, 6 de julio de 2018

LA TRANSMUTACIÓN DE LA PIEDRA BRUTA (I)

El trabajo en la Masonería consiste en desbastar y perfeccionar la “piedra bruta”, que es el símbolo del aprendiz, mientras que la piedra “cúbica” pertenece al compañero, y la “piedra cúbica en punta” al maestro. Esta sucesiva mutación de la piedra simbólica, análoga a la transmutación alquímica, indica tres momentos claves del trabajo masónico, o iniciático sin más.

Ya hablamos en su momento de la piedra bruta como un símbolo de la firmeza e inmutabilidad del Espíritu. Sin embargo, y como los símbolos se prestan muchas veces a un doble sentido, en la Masonería ­que no olvidemos procede de una tradición de constructores­, y sin perder totalmente esa significación de firmeza, la piedra bruta deviene más bien un símbolo del caos pre­cósmico, y en cierto modo puede verse como una imagen del mundo profano, de donde el aprendiz procede y que tiene que superar en su intento de ir de las “tinieblas a la luz”.

En este contexto simbólico, las asperezas y aristas de la piedra bruta representan las deformaciones del alma humana sometida a las influencias egóticas e ilusiones mentales de todo tipo, las cuales suponen un obstáculo en la evolución espiritual. Se impone, pues, una ascesis purificadora que, al mismo tiempo que lime las asperezas de la piedra bruta de la conciencia, de lugar a un desarrollo ordenado de las posibilidades superiores en ella incluidas, y que en tanto no se manifiesten permanecen en estado embrionario y latente.



Cuadro de Aprendiz

En la iniciación masónica los primeros trabajos del Aprendiz se llevan a cabo con el Mazo y el Cincel, herramientas que respectivamente simbolizan la fuerza de la voluntad y la facultad de la inteligencia, o rigor intelectual, el cual distingue, separa y determina lo que en el ser es permanente y coesencial a su naturaleza (aquello que ese ser “es” en sí mismo), de lo que constituye sus añadidos superfluos y exteriores. En lenguaje masónico esta acción ritual y clarificadora recibe el nombre de “despojamiento de los metales”, que en el fondo es idéntico a lo que en Alquimia se denomina “separar lo espeso de lo sutil”, es decir lo profano de lo sagrado.

Entendida de esta manera, la voluntad es ese fuego sutil que generado por la acción iluminadora de la influencia espiritual, promueve en el hombre el amor o la pasión por el Conocimiento, siendo en este sentido que los términos querer, creer, y crear son exactamente lo mismo. Empero, y a fin de que no se disperse, esa fuerza interior ha de estar bien dirigida por una recta intención, o rigor intelectual, que la encauce y concentre en vista a la comprensión, no sólo teórica sino efectiva, de los principios universales, expresados en el cuerpo simbólico de la Orden Masónica.

Sólo así, conjugando en un acto único, que deviene ritual y permanente porque se ha “incorporado” a la naturaleza del ser, la fuerza de la voluntad (una forma del amor) y el rigor de la inteligencia, la “materia caótica”, o “materia prima”, irá siendo pacientemente tallada, hasta que el aprendiz, intuyendo la Belleza o “forma” ideal oculta en esa materia informe, se “eleve” a un grado superior de su jerarquía interna, es decir, “ascienda” a Compañero.

Como su nombre indica, compañero es el que “comparte su pan”, su alimento espiritual-intelectual, con todos aquellos que, como él, están siendo iniciados en los “secretos y misterios de la Masonería”, que son los misterios de la Cosmogonía, revelados fundamentalmente a través de los “útiles” simbólicos de este grado y del conocimiento de las siete Artes Liberales. (Continuará). Francisco Ariza

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