Con la publicación de Defensa de Sócrates y Los Misterios de
Mitra, comienza una nueva colección monográfica: Textos de la Tradición
Unánime, auspiciada por LA MEMORIA DE CALÍOPE. Como su nombre indica dichos
Textos tratarán de aquellos temas que manifiestan la presencia de una Tradición
Unánime en todo tiempo y lugar, y que es inseparable de la Sabiduría, “artífice
de todas las cosas” en palabras de Salomón. La Sabiduría siempre ha
cristalizado en una Ciencia Sagrada, en una Cosmogonía, que le ha dado forma
inteligible, y tangible a través del Arte, para que pudiera ser comprendida y
asimilada por el hombre, su receptor.
Es precisamente la recepción de la Sabiduría en el corazón
del ser humano lo que ha hecho posible que esa Tradición Unánime esté en el
origen y haya prohijado la formidable diversidad de civilizaciones, culturas y
corrientes de pensamiento que, a su vez, la han manifestado, iluminando y dando
un sentido trascendente a nuestro tránsito por este mundo.
Por eso, y a pesar de las diferencias entre las distintas
formas tradicionales hay entre ellas una identidad esencial y un origen común,
que es lo que nos interesa destacar, y que las entroncan entre sí, como lo
evidencia la existencia de unos códigos simbólicos fundamentales y unos
principios metafísicos que constituyen la fuente de la que han extraído su
concepción del mundo. Esa es nuestra herencia espiritual, nuestro verdadero
tesoro, el que hemos recibido nosotros, los hijos del fin de ciclo, en su gran
mayoría sin saberlo, por lo que el hecho de tomar conciencia de ello es quizá
el mayor acto revolucionario que podamos hacer en nuestra vida, y con nuestra
vida.
La Tradición Unánime contiene en su seno a todas las
tradiciones. De hecho constituye la Unidad metafísica, que se expresa a través
del Cosmos y de la Historia. Es el Sanatana Dharma como diría René Guénon, que
supo ver perfectamente la primordialidad de una Tradición Única cuyo origen es
supra-humano y supra-cósmico, pues emana directamente de los Principios
Metafísicos.
Por eso, al investigar en una tradición particular a través
de sus símbolos, ritos y mitos, del arte y la ciencia de su cosmogonía,
estaremos reconociendo en dicha tradición, sea esta la que fuese (la hermética,
la masónica, la hindú, la cristiana, la judía, la budista, el zen-budismo, la
islámica, las distintas vías iniciáticas y corrientes de pensamiento esotérico,
las formas de la tradición precolombina todavía vivas, las culturas sin
tradición escrita que perviven en distintos lugares de la tierra, sin excluir
todos aquellos pueblos y civilizaciones que ya no existen como tales pero que
han dejado su precioso legado a través de sus textos sagrados y sapienciales,
sus artes, su filosofía, etc.), la presencia intangible de esa Tradición Única,
aunque múltiple en sus manifestaciones históricas. Las culturas tradicionales
son como los radios de una rueda: cada uno es distinto pero todos nacen y
convergen en el centro inmutable de la misma.
Cada contribución a estos “Textos” será también, en su
medida, como uno de esos radios, pues los temas que se tratarán, aun siendo
distintos convergerán sin embargo en un mismo fin: “entregar” lo que
previamente se ha “recibido”, participando así de una “cadena áurea” o “hilo de
oro” que atraviesa los siglos, o ciclos, conectando el corazón del hombre con
el “Corazón del Mundo”. Obviamente, aquellos que Federico González denominó en
cierta ocasión “ahorristas de corazón” no tienen cabida en el espacio de estos
Textos. [1]
La Sabiduría está viva, como su hermana la Inteligencia,
pese a que todo en nuestra sociedad parece estar “diseñado” para negarlas o
simplemente ignorarlas. Somos muy conscientes de que esa negación con respecto
a todo lo que se refiere al Espíritu (que nada tiene que ver con lo
“espiritualista”, dicho sea de paso) es uno de los “signos” que mejor definen
la naturaleza de nuestro tiempo.
Hoy son más necesarias que nunca las voces que atestigüen la
realidad de una Sabiduría Perenne, pero investidas del ánimo y del espíritu de
un Sócrates o de un Platón, solo interesados en la justicia y la verdad de las
cosas, o del luminoso Mitra, hijo del Sol Arquetípico, o de Minerva, diosa
sabia y guerrera nacida de la mente de Júpiter, la cual, armada con su
lanza-eje, combate contra quienes, títeres en manos del Adversario, siembran la
oscuridad y la división en el mundo.
El ser humano es el objeto y el sujeto del Conocimiento, y
esto implica vivir esa aventura hasta el “fondo”, experimentando que realmente
“conocer es ser” y que “uno es lo que conoce” dicho en palabras nuevamente de
Federico González, cuya obra, junto a la de René Guénon, confirma esa presencia
de la Tradición Unánime en nuestro tiempo, evitando su desaparición del
horizonte humano. Vincit Omnia Veritas.
Nota:
[1] O quienes simplemente se acercan al Conocimiento como un
mero “juego intelectual” sin más, muy “brillante” e incluso “estético”, caso de
los “amigos del misterio” o “de lo oculto”. También los “schuonianos” y
semejantes, los que confunden la devoción y el dogmatismo religioso, o un
imposible “misticismo iniciático”, con la certeza diamantina y la libertad interior
que proporciona el conocimiento metafísico.
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