martes, 2 de abril de 2019

PARACELSO. BOTÁNICA MÁGICA (Nueva incorporación a la Biblioteca Hermética La Memoria de Calíope)



Incorporamos a nuestra Biblioteca Hermética este PDF que hemos recibido en La Memoria de Calíope. 
Se trata de una obra sobre Magia Natural basada en las teorías del médico alquimista Paracelso, titulada: Botánica Oculta. Tratado sobre la Magia de las Plantas, la cual contiene un enorme conocimiento del Reino vegetal desde la perspectiva de la Ciencia Hermética, que considera que "lo de arriba es como lo de abajo y lo de abajo como lo de arriba", por lo que para conocer el fondo de las plantas hay que estudiarlas en relación con las energías cósmicas y sus análogas en el hombre.

Paracelso fue un verdadero sabio que se decía miembro de una cofradía de andariegos a la que pertenecía sólo él, y que logró tener un magnífico conocimiento de la unidad del Cosmos y de las relaciones que se dan entre los planetas y las plantas, el hombre y la planta, los astros y signos zodiacales, las horas del día y los órganos humanos. 

Según él mismo lo expuso, con todo ello logró exponer los principios de una medicina tradicional del alma, una medicina que en sus propias palabras era "al estilo  de la medicina de Ficino"

Leemos en la página 91 de este tratado: 

 “Toda la magia del reino vegetal reside en el conocimiento de los espíritus de las plantas. La antigüedad los ha conocido con los nombres de dríadas, de hamadríadad, de silvanos, de faunos; son los dussi de San Agustín, las hadas de la Edad Media, los Doire Oigh de los galos, los Grove Maindens de los irlandeses. Doy el nombre de silvestres a los habitantes de los bosques, y el de ninfas, a los de las plantas acuáticas”. M.A.D.

Leer o imprimir el libro: https://drive.google.com/file/d/1PjhA0SirZ6SAlqt-O-DiUHKE5JoOgaBa/view

3 comentarios:

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  2. Paracelso pertenecía a la corriente del neoplatonismo, como muchos de los hermetistas de su época, el Renacimiento, conocedores igualmente de la Cábala, como el propio Paracelso. Era, en definitiva, un hermetista cristiano comprometido con una medicina que consistía en el Arte de curar tomando al hombre como una totalidad: en cuerpo, alma y espíritu. En esa misma introducción se cita una obra de Paracelso, Tratado de las Enfermedades Invisibles, donde podemos leer lo siguiente:
    “La Medicina se funda sobre la Naturaleza, la Naturaleza es la Medicina, y solamente en aquella deben buscarla los hombres. La Naturaleza es el maestro del médico, ya que ella es más antigua que él, y ella existe dentro y fuera del hombre. Bendito, pues, aquel que lee los libros del Señor, y que camina por la senda que Él le ha trazado. Esos son los hombres fieles, sinceros, perfectos de su profesión andan firmes a la plena luz del día de la ciencia, y no por los abismos oscuros del error… Porque los misterios de Dios en la Naturaleza son infinitos: Él trabaja como quiere, donde quiere, cuando quiere. Por esto debemos investigar, llamar, interrogar. Y la pregunta nace: ¿Qué clase de hombre debe ser aquel que busca, llama e interroga? ¡Cuán verdadera deberá ser la sinceridad de tal hombre, cuan verdadera su fe, su pureza, su misericordia!”
    “Ningún médico puede decir que una enfermedad es incurable. Al decirlo reniega de Dios, reniega de la Naturaleza, desprecia el Gran Arcano de la Creación. No existe ninguna enfermedad, por terrible que sea, para la cual no haya previsto Dios la cura correspondiente” (…)
    “Dios quiere de nosotros nuestros corazones, y no las ceremonias, ya que con ellas la fe en Él perece. Si queremos buscar a Dios, debemos buscarle dentro de nosotros mismos, pues fuera de nosotros no lo hallaremos jamás (…)
    “El reino de Dios contiene una relación íntima con nuestra vida de fe y de amor, un sinfín de misterios que el alma penetrante va descubriendo uno por uno. Son los misterios de la provincia de Dios, que todo aquel que investigue encontrará; son los misterios de la unión con Dios; es el tabernáculo secreto, las puertas del cual se abrirán a todo aquel que llame. Y los hombres que saben escrutar y llamar son los profetas y los bienhechores de su reinado. A ellos son entregadas las llaves que han de abrir los tesoros de la tierra y de los cielos. Y ellos serán los pastores, los apóstoles del mundo. (…)

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