El pueblo egipcio, a lo largo de su historia, estuvo
profundamente interesado en la idea de la muerte y en la vida de ultratumba,
lo cual desembocó en una abundante literatura funeraria que hay que conocer,
aunque sea someramente, para valorar el conocido como “Libro de los Muertos”,
aunque su auténtico nombre es "Libro del Amanecer a un Nuevo Día",
donde se recogen las peticiones y súplicas que los difuntos llevaban consigo en
su viaje post-mortem, ya que entre los egipcios de los tiempos más antiguos
existía la firme creencia en una vida ultra terrena.
En realidad es esta una creencia compartida con los
babilonios, fenicios, etruscos, íberos y en realidad en todos pueblos y
civilizaciones de la Antigüedad, y todo ello se constata, por ejemplo, cuando
observamos la presencia de ajuares en las tumbas.
Desde los tiempos más remotos las ideas egipcias
relacionadas con el más allá se vincularon con los ritos agrarios, y más
específicamente con la diosa madre y con Osiris, es decir con un hombre que
muere, e integrado en la tierra, renace como dios para luego ser aquel
intermediario que enseñó a los egipcios tanto la agricultura como las leyes
para regular su cultura, comenzando por la creación de la familia.
Osiris, como hombre, se desmiembra en la tumba mientras su
akh, su espíritu, se eleva y se incorpora al resto de dioses del panteón
egipcio. El ritual iniciático de este culto recoge que es Isis quien logra
recomponer al cuerpo de Osiris, que se había dirigido en súplica a Ra, el dios
creador, el cual atendió su demanda. Y esto se refleja en que entre la II y V
Dinastías, Ra, como dios solar, queda integrado en el desarrollo del culto a
Osiris.
Tal y como lo narra Plutarco en su tratado sobre Isis y
Osiris, dicho ritual se centra en el momento en que Isis, "ayudada por
Thot y Anubis, vuelve a Osiris a la vida”. En este sentido debemos recordar de
nuevo que:
“Los egipcios llamaron Thot a la entidad iniciadora que transmitió las enseñanzas eternas a sus hierofantes, alquimistas, matemáticos y constructores, que con el auxilio de complejos rituales cosmogónicos emprendieron la aventura de atravesar las aguas que conducen a la patria de los inmortales”[1].
Para los egipcios Osiris era el faraón fallecido y Horus el
nuevo faraón.
En cuanto a Anubis, debemos vincularlo tanto con Horus como
con Isis, pues se le ha considerado hijo de esta y Osiris. Anubis tiene por
misión ayudar a Thot a pesar las almas que pretenden pasar al otro lado del río
de la vida. Sobre este asunto nos dice Federico González:
“Debe tenerse cuidado en ir muy liviano a la muerte pues en uno de los platillos de la balanza de esta ceremonia post-mortem había una pluma”[2].
Uno de esos textos sagrados resume estos misterios. Dice
así:
“Si vivo, como si muero, yo soy Osiris. Penetro en ti reaparezco a través de ti; desfallezco en ti…, los dioses viven en mí, porque yo vivo y crezco en el grano que sustenta. Yo cubro la tierra; si vivo, como si muero, soy cebada; no se me puede destruir. Yo he penetrado el orden…He sido señor del orden y emerjo en el orden”.
Mª Ángeles Díaz
***
[1] La cita es de Introducción a la Ciencia Sagrada.
Programa Agartha, de Federico González y colaboradores. Revista Symbolos Nº
25-26, acápite "Tradición Hermética". PDF con el Programa, en
Internet.
[2] Federico González Frías. Diccionario de Símbolos y Temas
Misteriosos. También en Internet y Amazon.
[3] La imagen de arriba es uno de los dibujos que
Champollion realizó de los jeroglíficos que encontró en sus visitas a las
tumbas egipcias.
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